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lunes, 29 de enero de 2007
SOCIOPATÍA
“Mi unicornio azul, ayer se me perdió...”Empezaba a rezar la voz de Silvio Rodríguez y se sintió de fondo la exclamación de la multitud, conmovida por el sensualismo de aquella grabación en vivo.
Cuánto puede transmitirse una pasión. Tantos han hecho Historia contagiándola, sembrando ideas, promoviendo gestas.
Imaginé a Silvio y a otros grandes cubanos gritando y convenciendo de lo suyo en el Mundo. Da envidia tener una pasión que te llene y te empuje a vivir. Cuba es un gigantesco ejemplo de nacionalidad, con un compromiso popular que se ratifica en cada millonaria manisfestación convocada por su gobierno. Tienen una meta, tienen un método y un pueblo conciente del valor de las causas movidas entre muchos.
Envidia cierta. Porque enseguida me pregunté cuántos años hace que a nosotros no nos sacude una pasión común. ¿Veinte años? ¿Veinticinco?
Es muy difícil promover una causa cuando no se despierta ese ánimo. El maldito neoliberalismo se jugó a imponer una estrategia con argumentos falaces y control de la opinión pública. Pero sin pasión. El peronismo, quizá también con falsedades y prepotencia, supo arrancar una pasión. El alfonsinismo la inició con propuestas de ética y progreso.
Hoy estamos vacíos. Un sistema internacional arbitrado por los monopolios de la riqueza y la fuerza trata de seducir blandiendo contradicciones e inseguridad extrema. No va a llegar a nada. A nada bueno, por lo menos.
Evo Morales, Rafael Corral, Lula, son hoy pivotes de acciones populares que deben respetarse y defenderse. Y dejar que se extiendan, reforzando otras iniciativas democráticas, como la uruguaya o la chilena. Si tan sólo tuviéramos cómo...
Los medios de comunicación, los bancos, las grandes industrias y los enormes supermercados están en poder monopólico. Los partidos están deshechos. La confianza popular es insignificante. La gestión sindical nos avergüenza.
Se culpa a la dirigencia, a los políticos, a los jueces, a los que llenan los congresos.
A esta sociopatía le falta participación. Hay que bajar el trabajo ciudadano a los barrios y a las comunas. Generar nuevas agrupaciones políticas, más eficaces y representativas,. Y desarrollar instituciones que nucleen la gestión popular con mutualismo, cooperativismo y todas las formas solidarias que puedan demostrar eficiencia y racionalidad.