martes, 31 de enero de 2012

Darse cuenta


Decimos oposición para distinguir a las voces que en un momento dado se diferencian de las del oficialismo de turno.

Idealmente, la oposición la practican los partidos ajenos al Ejecutivo. Hoy en día, ante el vaciamiento de las casas políticas, ese ejercicio depende de figuras circunstanciales (o no) que enarbolan banderas de negación a lo que decide y actúa el gobierno.

Es inapriopiado y desacertado hablar de oposición. Da idea de conflicto, de desacuerdo irreparable. Es estar enfrente para salvar un espacio ante la siguiente contienda electoral.



Y eso, ¿qué tiene de positivo? Es parte del mismo circo montado por la antidemocracia, que barre las instituciones imprescindibles para la sana organización política de una sociedad.

No se debería decir oposición. Indica el solo hecho de estar en contra. Así, es difícil arribar a algún destino propicio.

En vez de oposición (esperemos que sea la última ocasión en que deba volcar esa palabra a este texto) habría que pensar en complementación, en control y en doctrinas.

La función de los partidos legítimos es generar posturas y programas; formar dirigentes y militantes que las desarrollen; controlar a sus mandatarios y a los de la otra vereda.

Si por alguna cuestión mágica, deseable, hubiéramos dado pie a un proyecto nacional común, admitido y apoyado por el marco regional del Mercosur, los partidos estarían encaminados a construir ese sendero en una difusión de ideas sustitutivas o complementarias a las oficiales. No tendrían sentido la disputa soez, las amenazas, los contubernios y la sospecha permanente.

Cuando sea el momento de darnos cuenta estaremos madurando como sociedad, enfocando entre todos los problemas y las soluciones, alentando a la gente a sentirse parte de la edificación democrática de nuestro amado País.

domingo, 15 de enero de 2012

Democracia versus SIDE

La muerte de Carlos E. Soria ilustra una penosa realidad. La dirigencia argentina es decepcionante. 
Había llegado a gobernador de una provincia liderada por la UCR desde 1983 (con la sola digna administración de Álvarez Guerrero). El cerrense Soria, abogado egresado de la UBA y peronista desde siempre, supo acomodarse a todas las ondas en que resurgió el movimiento nacido al fin de la segunda guerra. No existió argumento de la oposición que señalara los riesgos de su postulación. Callaron por no animarse a arrojar la primera piedra, se da a suponer. 
Con Duhalde presidente, C.E.S. ocupó la jefatura de la SIDE; después fue ministro, diputado e intendente. Acababa de asumir como conductor de Río Negro. El solo hecho de haber conducido a la SIDE lo debería haber aniquilado políticamente. La peor mancha de nuestro proyecto de democracia es un organismo de espías al servicio del poder ejecutivo nacional. Manejos oscuros de los agentes secretos comprometidos en informar a la presidencia y, en los casos más imaginables, derivar los datos a otros apetentes. 

 Amistades barilochenses: con Erich Priebke, un acabado 
asesor para las cuestiones del espionaje.
 
Es inconcebible que el PEN espíe sin controles. Las tareas de inteligencia son admisibles en la esfera policial y en su dependencia del poder judicial. Esa búsqueda debe servir fundamentalmente a la prevención del delito; a la seguridad pública debidamente organizada. 
La decepción resulta del comportamiento de los dirigentes que no pueden, no saben o no quieren oponerse claramente a situaciones que hieren el cuepo social. Por caso, la candidatura y consagración del difunto bahiense. 
No hacemos alusión a la presunta violencia con la que parecía manejar sus relaciones: el estudio forense habría definido golpes en la aparente victimaria. La marcha del proyecto cristinista, que quizá encuentre continente en el Mercosur, diluye la construcción soñada en el 82. 
Lo de C.E. Soria es un golpe más.