viernes, 24 de octubre de 2008

Mal y mucho


Se anunciarían medidas inminentes en materia de Tránsito y Transporte. A costa de renuncias a la libertad, se procura acentuar las precauciones que el Estado diseña para atajar la deplorable situación dada en rutas y caminos.
Las nuevas multas que están adoptando progresivamente las comunas bonaerenses intentan corregir imprudencias e irresponsabilidades.
A las que están aplicándose se sumarían las sanciones a quienes oteen peatones del mismo o distinto sexo; a los que manejen escuchando radio o charlando con acompañantes; a los que practiquen un culto diferente del oficial, o a quienes no ejerciten ningún culto; a los que conduzcan amamantando, ya sea en motos o coches. Lo mismo, fumando o leyendo.
Se habla de iniciativas colaterales de sectores públicos, como Arba (ex Rentas BsAs) que impulsa la anulación de toda multa aplicable a quien estuviere al día con sus impuestos y tasas.
Ahora, en serio: creemos que los que deben reflexionar son los que engendraron las normas vigentes. Castigar al motociclista que no porta casco; al conductor que no usa cinturón de seguridad; al que utiliza un celular, etc. son caminos equivocados de prevención. Se trata más bien de avances del estatismo sobre las libertades. Son riesgosos atropellos que dejan de lado toda práctica disuasiva abriéndole las fauces a los recaudadores.
De por sí, conceptualmente, toda estrategia punitiva basada en multas está castigando con inequidad a los que menos pueden. Y ya se triplicaron los castigos.
Quizá, de mantenerse el criterio de multar, sería mucho más justo hacerlo en proporción al valor del vehículo con el que se comete la falta. Será razonable penar al irresponsable acortándole la habilitación para el uso o la explotación de un bien.
Imponer multas es suponer que la sociedad cuenta con una adecuada distribución de riqueza. Y eso está cada vez más lejos de cumplirse.
Esperemos que llegue pronto el tiempo en que quienes están convocados a legislar actúen estudiando y asesorándose. Y, sobre todo, se impongan solidariamente el salvar a nuestra pobre democracia.

miércoles, 22 de octubre de 2008

Avance estatista represivo


Multar por no usar casco conduciendo una moto es ilegítimo. No es materia de derecho. Es un tema moral, de libertad de elección individual. De convicciones. Lo mismo, lo propio con los cinturones de seguridad. La forma más eficaz de prevención es la persuasiva.

La ley tiene que ver con la vida de relación. La de la persona con otra persona. O con otra cosa (de otra persona). Si se roba, se mata, se ofende, siempre es contra alguien. Nunca, contra uno mismo.

Si una ley obliga a renunciar a vidrios polarizados, podría dar pie a otra que fuerce a tomar una religión determinada.

La diferencia entre moral y derecho es la individualidad en oposición a la sociedad. Todo lo que cabe como decisión personal escapa de lo normativo hasta tanto afecte a un prójimo. Si se tienen enganches salientes en un vehículo, sólo se podrá recurrir a justicia ante un daño originado por esa elección. Claro que para que ese irresponsable saque el enganche de su rodado se necesitará un esfuerzo convincente y educativo de los agentes sociales.

Imaginemos programas de TV donde se muestren las barrabasadas que se cometen en el tránsito. Debe ser muy atrayente ver vecinos empeñados en hacerse daño (como llevar una moto sin casco o manejar usando un celular) y en infligírselo a otros (pararse en doble fila, desparramar gases tóxicos en pleno centro, etc.). Poder recrear ese sentido de vergüenza que nos ha asfixiado tanta corrupción va a ser muy sano para todos.

Pero mucho más saludable será ir progresando en democracia y definir hasta dónde llega el autoritarismo que alentó a esta Argentina ingenua. Los poderes de la legislación y la judicatura han avanzado oscuramente al amparo de los pobres sistemas educativos y de los excesivos poderes nacidos de la riqueza. Hay mucho autoritarismo impregnado en nuestra vida social: es represiva y disciplinante la familia, la escuela, el trabajo. Nos falta consolidarnos en nuestra libertad individual para hacer más creativa y dinámica nuestra vida social.

Claro que si seguimos homenajeando a los monopolios, privados o estatales, y a su carnaval de prepotencias, el camino a lo justo será cada vez más difícil.