domingo, 25 de noviembre de 2012

Pobreza comunal

Hace algún tiempo escuchamos a un concejal bahiense decir: "Menos mal que hay un contador entre nosotros. Si no, ¿cómo hacemos para entender este proyecto de presupuesto?" Este edil (mandato vencido) es médico en su vida profesional.
La anécdota pinta la pobreza y fragilidad del principal organismo político de esta ciudad. Y seguramente es extensible a la gran mayoría de las comunas bonaerenses (en otras provincias las estructuras municipales son diferentes). No tienen asesores ni técnicos. Los concejos actúan sin asumir su rol de cabildos en los que se planteen el presente y el futuro urbano y regional.
¿Por qué el cuerpo político más representativo de una comunidad soporta tanta fragilidad institucional? Es nada menos que el encargado de controlar y corregir la producción del Ejecutivo local.




Esta conformación de gobiernos municipales  ha ido derivando a los Concejos en entes complementarios del departamento ejecutivo. Sería mucho más confiable tener al Intendente a la cabeza del Concejo y estructurar al ejecutivo como órgano favorecido para la continuidad de los desempeños: personal concursado y estable en todos los niveles. De los secretarios para abajo.
Los criterios políticos los fija el HCD. El Ejecutivo esboza alternativas de gestión que debe discutir con los colegios profesionales y poner a juicio de los concejales las metas y vías de acción.
De otro modo, como están dadas actualmente las cosas, la debilidad de municipio es creciente. Cada día es mayor la dependencia de los estamentos superiores y de los factores de poder anclados en su localidad.
Hoy, el gasto total autorizado para 2012 es cercano a los 3 mil millones. Es mucho: son casi 10 millones diarios. Si se toma en cuenta que no hay más de sesenta mil familias por sobre la línea de carencias, cada una está aportando, en promedio, más de 150 pesos diarios para hacer andar a la Municipalidad.

La Ciudad tiene que tomar las riendas.

sábado, 17 de noviembre de 2012

Lo perdurable y deseable

Aldo Carlos Neri, bahiense, fue ministro de Salud de Alfonsín. Luego, diputado nacional (hasta 2005). Distinguido por la Organización Mundial del ramo (OMS), actualmente es vicepresidente de la Asociación Argentina de Políticas Sociales (www.aaps.org).



Recientes conceptos suyos refrescan los ideales de una democracia:

El país destina el 10 por ciento de su Producto Bruto Interno (PBI) a la salud pero hay mucho despilfarro. El 30 por ciento de ese gasto es en medicamentos y esto tiene poco que ver con la salud y las necesidades de la gente. Obviamente, de esta manera se restan recursos para otras actividades. Nosotros, históricamente, somos una sociedad muy consumidora de medicamentos y nos acercamos a los países que sobreconsumen.
Se gasta de más en curación de patologías que son prevenibles. Y no hablo de lo clásico como las enfermedades infecciosas, sino también de las tumorales y cardiovasculares controlables y prevenibles con medidas relacionadas a los hábitos y estilos de vida. Se utiliza mucho dinero en enfermos casi desahuciados, en terapias intensivas para que vivan poco tiempo más y en muy malas condiciones. Si bien la búsqueda del equilibrio es difícil, entiendo que esta realidad hay que discutirla en términos de políticas públicas. La salud pública es un servicio público ya sea estatal, privado, prepago o lo dé quien lo dé.
Venimos deformados por una mentalidad ultraliberal . Una ficción en la que nos quisieron hacer creer que las reglas del mercado podían aplicarse a una nueva salud y una nueva educación. Lo brinde el Estado o el privado, el servicio público que tiene que estar necesariamente regulado para cumplir objetivos de interés social. Salud y educación no pueden ser tributarias del mercado.
El mercado premia a la medicina de la especialidad, la alta tecnología y la competencia. No premia a la atención primaria.Lo correcto sería una atención adecuada y progresiva que resuelva el 80 por ciento de los problemas en el nivel primario y que derivará al especialista sólo aquello que resulte necesario.En nuestro marco esto es muy difícil: uno puede declamar la retórica de la atención primaria pero en la práctica es muy rudimentaria. Reitero, la lógica de la mercantilización invade también el sistema de obras sociales y de allí la diferencia de planes para el trabajador y su familia. Esto impide una organización progresiva tanto humana como científicamente válida de la medicina.

jueves, 8 de noviembre de 2012

El tiempo perdido

Quiero celebrar con todos los muchos que se me plieguen que hace 30 años empezaba a vivir por democracia. El irrepetible Raúl R. Alfonsín convocaba a construir un destino para alimentar, educar y curar. A todos. Más de la mitad de los votantes le creímos.
Nacía un dificilísmo camino hacia la dignidad. Y nada menos que en una sociedad con groseras diferencias étnicas y económicas. Una Argentina que no abandona su Boca River; que ahora tiene en el gobierno a  aquellos que dieron cuerpo a los sangrientos 70 con la soberbia desesperante de imponerse a toda costa.




Alfonsín antepuso el humanismo como bandera nacional. Su llamado pedía por el compromiso con una tarea común. Hoy, el estilo dominante genera constantemente conflictos, marginación y exclusiones. Tienen  que alimentar el River Boca: ayuda a fanatizar y disolver la razón.
Malpoblamos una nación de enorme superficie. Hemos disfrazado los costos sociales: una familia paga 3 pesos diarios en un centro urbano para darse agua potable; los transportes están fuertemente subsidiados; el peso presupuestario de un cuadro insólito de fuerzas de armadas y de seguridad es defenestrante.
Está la obligación de ordenarnos y crecer desalentando las diferencias. Se requieren proyectos realistas, distanciados de las urgencia electorales. Necesitamos casas de debate y proyección para tamizar las alternativas que nos impulsen hacia lo anhelable.