domingo, 18 de noviembre de 2007

Volver a los Partidos


Esta pretensión de democracia no puede funcionar sin partidos.
La economía ha sido tomada por los grandes grupos financieros y las respuestas sociales sólo podrán ser instrumentadas por los partidos. Históricos o nuevos.
Es imprescindible recuperar la escuela de dirigentes. Necesitamos reparar los vínculos con la universidad, con el gremialismo patronal; con el sindicalismo obrero.
Debemos recomponer los canales de representatividad: hay que consolidar las bases vecinales y los canales de comunicación con el Partido y los Concejales.
Hay que respetar más que nunca las voces juveniles e insertarlas en la conducción de las agrupaciones.
Tenemos que encontrar los representantes genuinos e investirlos del rol dirigente para asegurar pasión y dinámica. Hay que promover el debate, alentar las ideas, impulsar las individualidades valiosas.
Los grandes intereses financieros han copado a los medios de comunicación para modelar la opinión pública. Se instalaron en los sitios que corresponden insoslayablemente a los Partidos. Y nos empujaron al vaciamiento.
Esta intención de democracia requiere agentes políticos sólidos: instituciones eficaces que escuchen las urgencias populares y diseñen las vías de solución. A la vez, que controlen a funcionarios y autoridades.
Hay que derribar este sistema de figuritas temporarias, como el que se viene mostrando en cada convocatoria electoral. Las vedettes circunstanciales no generan continuidad política. Eso le corresponde inevitablemente a los partidos. Y para eso tienen que confirmar presencia y continuidad.

La reivindicación reclama un fuerte trabajo de bases. Volver al vecino, al encuentro barrial. Presentar un proyecto con propuestas que abracen la convocatoria juvenil, asociando la presencia de ambos grupos de edad.
Habrá que elaborar diagnósticos barriales a partir de encuestas simples, que identifiquen prioridades.

1- Convocar a representantes barriales;
2- Promover lugares permanentes de reunión;
3- Originar medios de comunicación barriales: impresos, radiales, etc.;
4- Desarrollar encuestas de base que permitan reconocer problemas y prioridades de los distintos sectores;
5- Buscar presencia asidua en los medios para difundir el progreso de esta reivindicación;
6- Reunir periódicamente a los representantes sectoriales;

La labor de base implica recomponer los vínculos con las instituciones del trabajo y la gestión cultural: sindicatos, gremios empresarios, medios educativos y de recreación popular.

lunes, 12 de noviembre de 2007

Desdeño por reforma tributaria


Las urgencias electorales con su fastidioso ritmo bienal desvirtúan el tratamiento de los temas sociales de fondo. Es el caso de la reforma tributaria, afecta la asfixiante distribución actual de los resultados del trabajo.
Uno de los gravámenes más significativos a la hora de recaudar es el IVA. Castiga cada gasto, cada compra de pudiente o impudiente. Se esconde en el precio y probablemente quede a mitad de camino a las arcas públicas por facilidades que se dan a sus agentes de retención. Es que este bendito impuesto forma parte del precio de bienes que en economías recesivas cuesta cada vez más vender. Para el vendedor es parte valiosa de un ingreso al que accede con un mayor esfuerzo en la medida de su tamaño empresario.
Para el comprador es una quita grande a su capacidad de gasto. La situación afecta al volumen de bienes que la economía puede alentar productivamente, sin permitir generar más inversiones y más empleo.
Además, la conciencia estatal de lo que se evade (lo que queda en el camino recaudativo) fuerza a sostener tasas descomunales (de hasta el 17.5% del precio final). Observemos que de cada 100 pesos de venta al público, 17 y medio por ciento se destinarían al IVA; más un 3 a un 6% que se queda la provincia por Ingresos Brutos; más otro 1% que absorbe la municipalidad. Tomando 66 pesos como razonable costo de las mercaderías vendidas por aquellos cien, nos dejan algo así como un 10% para la ganancia del vendedor, más la parte de lo que le será stock no realizado, más alquileres, luz, algún sueldo, gastos financieros, otros impuestos, etc. Es algo, a todas luces, sin sentido.
Por eso las urgencias electorales niegan espacio a estas correcciones. Y la crisis se amplía.
¿No sería más razonable gravar directamente los ingresos de la gente, restando un porcentaje a cada sueldo (siempre que se cobre a través de los bancos, por tarjeta de débito y sea más fácil esa retención)? Así, la quita sería proporcional y permitiría evadir sólo sobre los ingresos no “negreados”.
En cadena, esa recaudación será coparticipada por los otros estamentos oficiales.
Claro que se tendría que entusiasmar a la dirigencia gremial a reclamar (para su propio beneficio) un mayor blanqueo de los salarios.
Y si al Estado no le alcanza con lo que recaude, que empiece a pensar en cómo cumplir bien y más barato lo que debería estar haciendo mejor. Lamentablemente, el cálculo presupuestario arranca en lo que se puede llegar a gastar. No, en lo que convendría llegar a quitar de la economía de mercado para que lo consuma la administración pública.
Los impuestos están desnaturalizados y sólo significan instrumentos para acercar dineros al gobierno. Aquel concepto de que se grava a los que más pueden para asistir a los que necesitan quedó corrupto por la monopolización destructiva de la economía.
Como lo enseña el humanismo económico que pregonamos, hay que mezclar y dar de vuelta. Anteponer las necesidades sociales a los réditos de los poderosos. Los impuestos tienen que servir para recuperar una sociedad equitativa, estable, alentadora y armoniosa.
¿Alguien piensa que, así, se podría llegar a algo bueno?