Centralicemos la actividad política
general en las Primarias Abiertas. Es alentador.
En primera instancia, por la
desaparición de los partidos en la continuidad social. Deberían ser
cuna de ideas, dirigentes y militantes. Hoy sólo son sellos que
visten listas de candidatos a la arena política. No hay distinción
ideológica, dogmática o de pertenencia.
Las Primarias se transformarán en
asambleas donde se podrán volcar proyectos y nombres que salvarán
nuestra idea federal y representativa.
Todas las intenciones urbanas,
regionales, provinciales o nacionales se someterán a las
preferencias de quienes quieran votar (dejamos de lado lo
obligatorio, hoy estéril) para confluir, los mayoritarios, en el
sufragio general voluntario.
La libertad del voto empujará a las
agrupaciones a enriquecer sus propuestas para la atracción esencial.
Hoy se llama a elegir a figuritas con propuestas muy generales.
Deberemos lamentar el deceso de los
escudos, escasamente significativos, de los partidos de siempre. Esto
ayudarà a la desaparición de los trucos que ejercen, además del
oficialismo, las casas partidarias: clientelismo, amiguismo, etc. Lo
mismo ocurrirà con la financiación de las campañas, que dejan
inevitablemente comprometidos a los que ganan con quienes en las
sombras dieron sus dineros en ese favor.
Esta idea impulsará el compromiso de
los centros de estudio con la comprensión de las realidades
regionales y el identificar alternativas de solución. Estas líneas
de acción podrán fundamentar las diferentes propuestas políticas.
Surgirán los candidatos que se encaramen sobre cada una de ellas.
Las Primarias Abiertas serán una de
las herramientas del impostergable cambio que urge.
La consolidación de los rumbos
democráticos tiene que ir acompañada de las modificaciones en el
poder judicial (quitándole a los abogados la exclusividad de su
llenado) y permitiendo los juicios por jurado y otros recursos que
favorezcan la participación social en el desenvolvimiento de esa
fuerza constitucional.
No se justifica tampoco la permanencia
de los legisladores en bancas que sólo sirven para secretarías del
oficialismo o para prebendas de la oposición. Los congresos deberían
ser asambleas donde se definan aquellos proyectos puestos a juicio de
la sociedad. Y que cada representante se vuelva a casa y al trabajo
al finalizar la función.
La Auditoría General es un organismo
creado para controlar el desarrollo del poder ejecutivo y debe actuar
plenamente. Está conformado por gente de la principal fuerza
opositora, que dura en el cargo mientras lo hace legión oficialista.
Estas Auditorías deben existir a todo nivel de gestión pública,
incluyendo comunas y provincias.
El gasto estatal ha crecido diecisiete
veces en la “década” reciente. Obliga a que cada peso consumido
sea sustraido en su mitad por la voracidad oficial (aparte de los que
sustrae el gravamen a las “ganancias”). Los impuestos deben
recomponerse para ponerlos primordialmente al servicio de los más
necesitados y de la creación de empleo y el refresco de la inversión
productiva.
Las fuerzas armadas absorben buena
parte de los expendios del gobierno y su productividad es escasa:
habrá que cambiar su orientación.
El gasto en educación debe despertar
potenciales, formar y calificar la capacidad de trabajo. El modelo
actual es abrumadoramente disciplinante y esteriliza recursos que
podrán paliar el castigo de la vejez y el hambre infantil.
La Argentinaa vive a los ponchazos y de
parche en parche. Es una gran lástima desperdiciar tanta riqueza
humana. Por algo este pueblo dio tantos Nobel como el resto de
Sudamérica. El futuro está latente y la intolerancia agazapada.