martes, 10 de septiembre de 2013

El insuperable narcotráfico

La seguridad pública es una sensación. El Estado, usuario legítimo de la fuerza, cumple momento a momento con su obligación de protegernos de la perversidad social. Dispone de los jueces, fiscales y policías para llevar a cabo esa insoslayable tarea. El gobernador bonaerense puede jactarse del éxito de su política de defensa de vidas y bienes de la ciudadanía.
El espíritu que señalamos es fácilmente perceptible en la legislación preventiva. Obligar a los ocupantes de una moto a usar casco, a los usuarios de un auto a ajustarse el correaje de seguridad; el no atravesar la doble línea amarilla en rutas para no encontrarse frente a otro vehículo, son todas medidas que ayudan a que lo peor no suceda.
Así, todas las obligaciones que portan a la máxima tranquilidad de conductores, conducidos y peatones.
Es tan firme ese propósito que si algún tonto llega a manejar una motito con la patente desacomodada, sin casco y la falta del recibo de la cuota del seguro forzoso, no podrá recuperar su rodado (por lo muy gravoso del castigo que sufrirá, que probablemente iguale o supere el valor de su unidad).
Prevenir, aunque no resulte lo eficaz que se planeó, ayuda a que los potenciales infractores sepan sus riesgos económicos y a que las arcas fiscales accedan a dineros suplementarios y que alivian los descomunales gastos que se impone la administración pública.
En ese sentido, resultará provechoso extender progresivamente la intención preventiva que aliente mejorar nuestra sociedad. Tener una religión obligatoriamente, no leer comentarios periodísticos desestabilizadores, no poder ir a la cancha cuando se es socio del equipo visitante y otras imposiciones acompañarán a la recuperación del orden ansiado y que la impericia de gobiernos anteriores elevó a expresiones estratosféricas.

Alentemos a los gobernantes a asumir el rectorado moral que perdimos hace tres décadas. Sepamos que el narcotráfico, que hoy une la marcha de numerosos estados, es incombatible. Ajustemos nuestras leyes a esa debilidad y sepamos mirar el futuro con ilusión.