La seguridad pública es una sensación.
El Estado, usuario legítimo de la fuerza, cumple momento a momento
con su obligación de protegernos de la perversidad social. Dispone
de los jueces, fiscales y policías para llevar a cabo esa
insoslayable tarea. El gobernador bonaerense puede jactarse del éxito
de su política de defensa de vidas y bienes de la ciudadanía.
El espíritu que señalamos es
fácilmente perceptible en la legislación preventiva. Obligar a los
ocupantes de una moto a usar casco, a los usuarios de un auto a
ajustarse el correaje de seguridad; el no atravesar la doble línea
amarilla en rutas para no encontrarse frente a otro vehículo, son
todas medidas que ayudan a que lo peor no suceda.
Así, todas las obligaciones que portan
a la máxima tranquilidad de conductores, conducidos y peatones.
Es tan firme ese propósito que si
algún tonto llega a manejar una motito con la patente desacomodada,
sin casco y la falta del recibo de la cuota del seguro forzoso, no
podrá recuperar su rodado (por lo muy gravoso del castigo que
sufrirá, que probablemente iguale o supere el valor de su unidad).
Prevenir, aunque no resulte lo eficaz
que se planeó, ayuda a que los potenciales infractores sepan sus
riesgos económicos y a que las arcas fiscales accedan a dineros
suplementarios y que alivian los descomunales gastos que se impone la
administración pública.
En ese sentido, resultará provechoso
extender progresivamente la intención preventiva que aliente mejorar
nuestra sociedad. Tener una religión obligatoriamente, no leer
comentarios periodísticos desestabilizadores, no poder ir a la
cancha cuando se es socio del equipo visitante y otras imposiciones
acompañarán a la recuperación del orden ansiado y que la impericia
de gobiernos anteriores elevó a expresiones estratosféricas.
Alentemos a los gobernantes a asumir el
rectorado moral que perdimos hace tres décadas. Sepamos que el
narcotráfico, que hoy une la marcha de numerosos estados, es
incombatible. Ajustemos nuestras leyes a esa debilidad y sepamos
mirar el futuro con ilusión.