Hace algún tiempo escuchamos a un concejal bahiense decir: "Menos mal que hay un contador entre nosotros. Si no, ¿cómo hacemos para entender este proyecto de presupuesto?" Este edil (mandato vencido) es médico en su vida profesional.
La anécdota pinta la pobreza y fragilidad del principal organismo político de esta ciudad. Y seguramente es extensible a la gran mayoría de las comunas bonaerenses (en otras provincias las estructuras municipales son diferentes). No tienen asesores ni técnicos. Los concejos actúan sin asumir su rol de cabildos en los que se planteen el presente y el futuro urbano y regional.
¿Por qué el cuerpo político más representativo de una comunidad soporta tanta fragilidad institucional? Es nada menos que el encargado de controlar y corregir la producción del Ejecutivo local.
Esta conformación de gobiernos municipales ha ido derivando a los Concejos en entes complementarios del departamento ejecutivo. Sería mucho más confiable tener al Intendente a la cabeza del Concejo y estructurar al ejecutivo como órgano favorecido para la continuidad de los desempeños: personal concursado y estable en todos los niveles. De los secretarios para abajo.
Los criterios políticos los fija el HCD. El Ejecutivo esboza alternativas de gestión que debe discutir con los colegios profesionales y poner a juicio de los concejales las metas y vías de acción.
De otro modo, como están dadas actualmente las cosas, la debilidad de municipio es creciente. Cada día es mayor la dependencia de los estamentos superiores y de los factores de poder anclados en su localidad.
Hoy, el gasto total autorizado para 2012 es cercano a los 3 mil millones. Es mucho: son casi 10 millones diarios. Si se toma en cuenta que no hay más de sesenta mil familias por sobre la línea de carencias, cada una está aportando, en promedio, más de 150 pesos diarios para hacer andar a la Municipalidad.
La Ciudad tiene que tomar las riendas.