Quiero celebrar con todos los muchos que se me plieguen que hace 30 años empezaba a vivir por democracia. El irrepetible Raúl R. Alfonsín convocaba a construir un destino para alimentar, educar y curar. A todos. Más de la mitad de los votantes le creímos.
Nacía un dificilísmo camino hacia la dignidad. Y nada menos que en una sociedad con groseras diferencias étnicas y económicas. Una Argentina que no abandona su Boca River; que ahora tiene en el gobierno a aquellos que dieron cuerpo a los sangrientos 70 con la soberbia desesperante de imponerse a toda costa.
Alfonsín antepuso el humanismo como bandera nacional. Su llamado pedía por el compromiso con una tarea común. Hoy, el estilo dominante genera constantemente conflictos, marginación y exclusiones. Tienen que alimentar el River Boca: ayuda a fanatizar y disolver la razón.
Malpoblamos una nación de enorme superficie. Hemos disfrazado los costos sociales: una familia paga 3 pesos diarios en un centro urbano para darse agua potable; los transportes están fuertemente subsidiados; el peso presupuestario de un cuadro insólito de fuerzas de armadas y de seguridad es defenestrante.
Está la obligación de ordenarnos y crecer desalentando las diferencias. Se requieren proyectos realistas, distanciados de las urgencia electorales. Necesitamos casas de debate y proyección para tamizar las alternativas que nos impulsen hacia lo anhelable.