Dante M. Caputo describió en Perfil:
Gobierno popular es aquel que tiene como meta mejorar el bienestar
del mayor número de habitantes. Posee como objetivo, a través de sus
políticas públicas, el bienestar de las grandes mayorías sociales.
Naturalmente, usted puede pensar que un gobierno populista busca lo
mismo. Es cierto, si no es demagógico (ése es el caso cuando declara ese
objetivo sólo para lograr el apoyo de las mayorías), la meta es la
misma. La diferencia, creo, sustancial radica en la capacidad de ser
sustentable. Me refiero a la durabilidad, ampliación y regeneración de
las condiciones que lo estabilizan políticamente.
El gobierno popular mejora y difunde el bienestar. Lo hace de manera
permanente y cada vez más inclusiva, no sólo por un período corto. Un
gobierno populista privilegia en cambio los efectos inmediatos de sus
políticas por encima de la duración de estos efectos.
Por ejemplo, una fuerte distribución del ingreso obviamente mejora
las condiciones de vida de la población. Pero si esa distribución se
basa en una capacidad económica circunstancial, sin prever cómo se
sostendrá en el tiempo, cuando cambien las circunstancias de la
coyuntura, cuando se vacíen las arcas, se acabarán la distribución y el
bienestar. El populismo no prevé el largo plazo. Logra un fulgurante
apoyo político y suele, como la historia lo demuestra, terminar en
crisis económica, social y política.
Pan para hoy, hambre para mañana. El gobierno popular no cede a la
tentación inmediatista. Construye la duración del bienestar. Su
principal labor no es el reparto súbito, sino la creación de un
bienestar durable y creciente. Enfrente, están los gobiernos
oligárquicos (la palabra no califica, sino que describe). Esto es,
gobierno para pocos.
¿Por qué en la refinanciación de sus deudas los Estados de Europa
pagan 600 veces más que los bancos privados? Si se pudo hacer con los
bancos, ¿por qué no se puede con los pueblos? Esa es la divisoria de
aguas: a quién se quiere beneficiar, a quién se impone el sacrificio. El
modelo griego es el de un gobierno antipopular.
El problema es que detrás de esta batalla de denominaciones suele
esconderse la posibilidad de un drama mayor. El populismo, que no se
plantea la sustentabilidad de sus cambios, genera las “Grecias” del
futuro.
En un mundo donde la democracia sea superada por la solución
financiera de las crisis políticas o en el que los populismos reemplacen
a los gobiernos populares se conformará un sistema inestable de
relaciones. Incluso, peligroso. Sociedades inestables generan relaciones
inestables entre las naciones.