Había llegado a gobernador de una provincia liderada por la UCR desde 1983 (con la sola digna administración de Álvarez Guerrero). El cerrense Soria, abogado egresado de la UBA y peronista desde siempre, supo acomodarse a todas las ondas en que resurgió el movimiento nacido al fin de la segunda guerra. No existió argumento de la oposición que señalara los riesgos de su postulación. Callaron por no animarse a arrojar la primera piedra, se da a suponer.
Con Duhalde presidente, C.E.S. ocupó la jefatura de la SIDE; después fue ministro, diputado e intendente. Acababa de asumir como conductor de Río Negro. El solo hecho de haber conducido a la SIDE lo debería haber aniquilado políticamente. La peor mancha de nuestro proyecto de democracia es un organismo de espías al servicio del poder ejecutivo nacional. Manejos oscuros de los agentes secretos comprometidos en informar a la presidencia y, en los casos más imaginables, derivar los datos a otros apetentes.
Amistades barilochenses: con Erich Priebke, un acabado
asesor para las cuestiones del espionaje.
La decepción resulta del comportamiento de los dirigentes que no pueden, no saben o no quieren oponerse claramente a situaciones que hieren el cuepo social. Por caso, la candidatura y consagración del difunto bahiense.
No hacemos alusión a la presunta violencia con la que parecía manejar sus relaciones: el estudio forense habría definido golpes en la aparente victimaria. La marcha del proyecto cristinista, que quizá encuentre continente en el Mercosur, diluye la construcción soñada en el 82.
Lo de C.E. Soria es un golpe más.